lunes, 17 de agosto de 2009

Keynes, ¿un hombre actual? (Walden Bello)

Una de las consecuencias más significativas del colapso de la economía neoliberal, con su culto al “mercado autorregulador”, ha sido el resurgimiento del gran economista inglés John Maynard Keynes.
No son solamente sus escritos lo que hace a Keynes muy actual. Es, además, el espíritu que los impregna, que evoca la pérdida de fe en lo viejo y el anhelo de algo que todavía está por nacer. Aparte de su clarividencia, sus reflexiones sobre la condición de Europa después de la 1ª Guerra Mundial resuenan con nuestra mezcla habitual de desilusión y esperanza:
Inmersos en nuestra actual confusión de objetivos ¿queda algo de lucidez pública para preservar la equilibrada y compleja organización gracias a la que vivimos? El comunismo está desacreditado por los acontecimientos; el socialismo, en su anticuada interpretación, ya no interesa al mundo; el capitalismo ha perdido su confianza en sí mismo. A menos que los seres humanos se unan para un objetivo común o se muevan por principios objetivos, cada mano irá por su lado, y la búsqueda no regulada de los intereses individuales puede rápidamente destruir el conjunto.
El gobierno del mercado
El gobierno debe intervenir para remediar los fallos del mercado. Esta es naturalmente la gran lección de Keynes, derivada de su forcejeo con el problema de cómo sacar al mundo de la Gran Depresión de 1930. Keynes argumentaba que el mercado por sí solo lograría el equilibrio entre oferta y demanda muy por debajo del pleno empleo y podría permanecer allí indefinidamente. Para impulsar la economía hacia un proceso dinámico que lleve al pleno empleo, el gobierno tiene que actuar como un deus ex machina, invirtiendo masivamente para crear la “demanda efectiva” que reanude y sostenga la maquinaria de la acumulación de capital.
Como medidas preferentes para evitar una depresión, el paquete de estímulos de 787.000 millones de dólares del Presidente Barack Obama, así como los estímulos públicos ofrecidos en Europa y en la China, son clásicamente keynesianos. La medida del triunfo de Keynes, después de casi 30 años en la oscuridad, se puede ver en el impacto punto menos que marginal del discurso público de gentes como el republicano Russ Limbaugh, el Instituto Cato y otras especies de dinosaurios neoliberales, con sus jeremiadas sobre la “gran deuda que se pasa a las generaciones futuras”.
Sin embargo, el resurgimiento de Keynes no es solamente una cuestión política. El presupuesto teórico del individuo que maximiza racionalmente sus intereses ha sido desplazado del centro del análisis económico por dos ideas. Una de ellas, que centra el pensamiento actual, es la penetración de la incertidumbre en la toma de decisiones, una incertidumbre con la que tratan de lidiar los inversores asumiendo –de forma harto implausible— que el futuro será como el presente e ideando técnicas para predecir y gestionar el futuro basándose en ese supuesto. La idea keynesiana al respecto es que la economía no se rige por cálculos racionales, sino que los agentes económicos están regidos por “espíritus animales”, es decir, movidos por su “necesidad espontánea de actuar”.
Entre esos espíritus animales, la confianza es crucial, y la presencia o ausencia de la misma está en el centro de la acción colectiva que dirige las expansiones y contracciones económicas. Lo que predomina no es el cálculo racional, sino los factores de conducta y psicológicos. Desde este punto de vista, la economía es como un maníaco depresivo llevado de un extremo a otro por los desequilibrios químicos, con la intervención y la regulación gubernamental jugando un papel semejante al de los estabilizadores farmacológicos del humor. La inversión no es un asunto de cálculo racional, sino un proceso maníaco que Keynes describe como “un juego sillas musicales, como un juego de descarte de naipes en el que se trata de librarse de la sota – la deuda tóxica— y pasarla a tu vecino antes de que la música se pare”. “Aquí, señala el biógrafo de Keynes, Robert Skidelsky, reside la anatomía reconocible de la ‘exuberancia irracional’ seguida de pánico que ha presidido la crisis actual”
Los inversores desbocados y los sumisos reguladores no son los únicos protagonistas de la tragedia reciente. La hybris de los economistas neoliberales también jugó su parte. Y Keynes tuvo al respecto intuiciones muy relevantes para nuestro tiempo. Consideró a la teoría economía como “una de estas bonitas y cómodas técnicas que intentan tratar el presente haciendo abstracción del hecho de que conocemos muy poco del futuro”. Como señala Skidelsky, fue verdaderamente “famoso por su escepticismo respecto a la econometría”, y para él, los números eran “simples indicaciones, estimulantes para la imaginación”, antes que expresiones de certidumbre o de probabilidades de acontecimientos pasados y futuros.
Con su modelo de homo economicus racional hecho añicos y una econometría que ha perdido crédito a ojos vista, los economistas contemporáneos harían bien en prestar atención al consejo de Keynes, de acuerdo con el cual “sería espléndido que los economistas fueran capaces de considerarse a sí mismos como gente humilde y competente, al mismo nivel que los dentistas”. Sin embargo, aun si muchos dan la bienvenida a la resurrección de Keynes, otros dudan de su relevancia respecto al período actual. Y estas dudas no se limitan a los reaccionarios.
Limitaciones del Keynesianismo
Entre otras cosas, el keynesianismo es principalmente un instrumento para reavivar las economías nacionales, y la globalización ha complicado enormemente este problema. En las décadas de 1930 y 1940 reavivar la capacidad industrial en economías capitalistas relativamente integradas era cosa que tenía que ver sobre todo con el mercado interior. Actualmente, con tantas industrias y servicios transferidos o deslocalizados hacia zonas de bajos salarios, los programas de estímulo de tipo keynesiano que ponen dinero en manos de los consumidores para que los gasten en bienes tienen un impacto mucho menor como mecanismos de recuperación sostenible. Puede que las corporaciones transnacionales y las ubicadas en China obtengan beneficios, pero el “efecto multiplicador” en economías desindustrializadas como los Estados Unidos y Gran Bretaña puede ser muy limitado.
En segundo lugar, el mayor lastre de la economía mundial es el hiato abismal –en términos de distribución de renta, penetración de la pobreza y nivel de desarrollo económico– entre Norte y Sur. Un programa keynesiano “globalizado” de estímulo del gasto, financiado con ayuda y préstamos del Norte, es una respuesta muy limitada a este problema. El gasto keynesiano puede evitar el colapso económico e incluso inducir algún crecimiento. Pero el crecimiento sostenido exige una reforma estructural radical: el tipo de reforma que implica una desestructuración fundamental de las relaciones económicas entre las economías capitalistas centrales y la periferia global. Ni que decir tiene: el destino de la periferia –las “colonias”, en tiempos de Keynes– no despertaba demasiado interés en su pensamiento.
Tercero, el modelo de Keynes de capitalismo gestionado simplemente pospone, más bien que ofrece, una solución a una de las contradicciones centrales del capitalismo. La causa subyacente de la crisis económica actual es la sobreproducción, en que la capacidad productiva sobrepasa el crecimiento de la demanda efectiva y presiona a la baja los salarios. El estado capitalista activo inspirado en Keynes y surgido en el período posterior a la II Guerra Mundial, pareció durante un tiempo superar las crisis de la sobreproducción con su régimen de salarios relativamente altos y su gestión tecnocrática de las relaciones capital-trabajo. Sin embargo, con la adición masiva de nueva capacidad por parte de Japón, Alemania y los nuevos países en vías de industrialización en las décadas de los 60 y los 70, su capacidad para hacerlo empezó a fallar. La estanflación resultante –la coincidencia de estancamiento e inflación– se extendió por el mundo industrializado a finales de la década de los 70.
El consenso keynesiano se desmoronó cuando el capitalismo intentó reanimar su rentabilidad y superar la crisis de sobreacumulación rompiendo el compromiso capital-trabajo con la liberalización, la desregulación, la globalización y la financiarización. Esas políticas neoliberales –así hay que entenderlo— constituyeron una vía de escape a los problemas de sobreproducción que estaban en la base del Estado de bienestar. Como sabemos ahora, no lograron regresar a los “años dorados” del capitalismo de la postguerra. En cambio, trajeron consigo el colapso económico actual. Sin embargo, es harto improbable que un retorno al keynesianismo pre-1980 vaya a ser la solución de las persistentes crisis de sobreproducción del capitalismo.
La Gran Laguna
Tal vez el mayor obstáculo para un resurgimiento del keynesianismo sea su prescripción clave de revitalizar el capitalismo con la aceleración del consumo y la demanda global en un contexto de crisis climática como el presente. Mientras que el primer Keynes tenía un aspecto maltusiano, sus trabajos posteriores apenas se refieren a lo que actualmente se ha convertido en relación problemática entre el capitalismo y el medio ambiente. El desafío de la economía en el momento actual es aumentar el consumo de los pobres del planeta con un el menor impacto posible sobre medio ambiente, tratando al propio tiempo de reducir drásticamente el consumo ecológicamente dañino –sobreconsumo— en el Norte. Toda la retórica sobre la necesidad de reemplazar al consumidor estadounidense en bancarrota por un campesino chino inducido a un estilo norteamericano de consumo como motor de la demanda global es tan necia como irresponsable.
Dado que el impulso primordial del beneficio como objetivo es transformar la naturaleza viva en mercancías muertas, hay pocas probabilidades de reconciliar la ecología con la economía – incluso bajo el capitalismo tecnocrático gestionado por el Estado que preconizaba Keynes.
“¿Volvemos a ser todos keynesianos?”
En otras palabras, el keynesianismo proporciona algunas respuestas a la situación actual, pero no proporciona la clave para superarla. El capitalismo global ha enfermado debido a sus contradicciones inherentes, pero lo que se precisa no es una segunda ronda de keynesianismo. La profunda crisis internacional exige severos controles de la libertad de movimiento de los capitales, regulaciones estrictas de los mercados, tanto financieros como de mercancías, y un gasto público ciclópeo. Sin embargo, las necesidades de la época van más allá de estas medidas keynesianas: se necesita una redistribución masiva de la renta, atacar sin treguas ni compases de espera, directamente, el problema de la pobreza, una transformación radical de las relaciones de clase, la desglobalización y, acaso, la superación del capitalismo mismo, si hay que atender a las amenazas de cataclismo medioambiental.
“Todos volvemos a ser keynesianos” –parafraseando, ligeramente modificada, la famosa frase de Richard Nixon— es el tema que une a Barack Obama, Paul Krugman, Joseph Stiglitz, George Soros, Gordon Brown y Nicholas Sarkozy, por muchos diferencias que pueda haber entre ellos en la puesta por obra de las prescripciones del maestro. Pero un resurgimiento acrítico de Keynes podría terminar no siendo más que la enésima confirmación de la celebérrima sentencia de Marx, según la cual la historia se repite dos veces: la primera como tragedia; la segunda, como farsa. Para resolver nuestros problemas presentes no precisamos solo de Keynes. Necesitamos nuestro propio Keynes.
Walden Bello, profesor de ciencias políticas y sociales en la Universidad de Filipinas (Manila), es miembro del Transnational Institute de Amsterdam y presidente de Freedom from Debt Coalition, así como analista sénior en Focus on the Global South.

Che en la ONU, 1964

Che Guevara Presente: Una antología mínima

En las Naciones Unidas
(11 de diciembre de 1964)

Discurso pronunciado en la XIX Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York.

Señor Presidente; señores delegados:
La representación de Cuba ante esta Asamblea se complace en cumplir, en primer término, el agradable deber de saludar la incorporación de tres nuevas naciones al importante número de las que aquí discuten problemas del mundo. Saludamos, pues, en las personas de su Presidente y Primeros Ministros, a los pueblos de Zambia, Malawi y Malta y hacemos votos porque estos países se incorporen desde el primer momento al grupo de naciones No Alineadas que luchan contra el imperialismo, el colonialismo y el neocolonialismo.
Hacemos llegar también nuestra felicitación al Presidente de esta Asamblea, [Alex Quaison-Sackey, de Ghana] cuya exaltación a tan alto cargo tiene singular significación pues ella refleja esta nueva etapa histórica de resonantes triunfos para los pueblos de África hasta ayer sometidos al sistema colonial del imperialismo y que hoy, en su inmensa mayoría, en el ejercicio legítimo de su libre determinación, se han constituido en estados soberanos. Ya ha sonado la hora postrera del colonialismo y millones de habitantes de África, Asia y América Latina se levantan al encuentro de una nueva vida e imponen su irrestricto derecho a la autodeterminación y el desarrollo independiente de sus naciones. Le deseamos, señor Presidente, el mayor de los éxitos en la tarea que le fuera encomendada por los países miembros.
Cuba viene a fijar su posición sobre los puntos más importantes de controversia y lo hará con todo el sentido de la responsabilidad que entraña el hacer uso de esta tribuna; pero al mismo tiempo, respondiendo al deber insoslayable de hablar con toda claridad y franqueza.
Quisiéramos ver desperezarse a esta Asamblea y marchar hacia adelante, que las comisiones comenzaran su trabajo y que éste no se detuviera en la primera confrontación. El imperialismo quiere convertir esta reunión en un vano torneo oratorio en vez de resolver los graves problemas del mundo; debemos impedírselo. Esta Asamblea no debiera recordarse en el futuro solo por el número XIX que la identifica. A lograr ese fin van encaminados nuestros esfuerzos.
Nos sentimos con el derecho y la obligación de hacerlo debido a que nuestro país es uno de los puntos constantes de fricción, uno de los lugares donde los principios que sustentan los derechos de los países pequeños a su soberanía están sometidos a prueba día a día y minuto a minuto y al mismo tiempo, una de las trincheras de la libertad del mundo situada a pocos pasos del imperialismo norteamericano para mostrar con su acción, con su ejemplo diario, que los pueblos sí pueden liberarse y sí pueden mantenerse libres en las actuales condiciones de la humanidad. Desde luego, ahora existe un campo socialista cada día más fuerte y con armas de contención más poderosas. Pero se requieren condiciones adicionales para la supervivencia: mantener la cohesión interna, tener fe en los propios destinos y decisión irrenunciable de luchar hasta la muerte en defensa del país y de la revolución. En Cuba se dan esas condiciones, señores delegados.
De todos los problemas candentes que deben tratarse en esta Asamblea uno de los que para nosotros tiene particular significación y cuya definición creemos debe hacerse en forma que no deje dudas a nadie, es el de la coexistencia pacífica entre estados de diferentes regímenes económico- sociales. Mucho se ha avanzado en el mundo en este campo; pero el imperialismo —norteamericano sobre todo— ha pretendido hacer creer que la coexistencia pacífica es de uso exclusivo de las grandes potencias de la tierra. Nosotros expresamos aquí lo mismo que nuestro Presidente expresara en El Cairo y lo que después quedara plasmado en la declaración de la Segunda Conferencia de Jefes de Estado o de Gobierno de Países No Alineados: que no puede haber coexistencia pacífica entre poderosos solamente, si se pretende asegurar la paz del mundo.[14] La coexistencia pacífica debe ejercitarse entre todos los estados, independientemente de su tamaño, de las anteriores relaciones históricas que los ligara y de los problemas que se suscitaren entre algunos de ellos, en un momento dado.
Actualmente, el tipo de coexistencia pacífica a que nosotros aspiramos no se cumple en multitud de casos. El reino de Cambodia, simplemente por mantener una actitud neutral y no plegarse a las maquinaciones del imperialismo norteamericano, se ha visto sujeto a toda clase de ataques alevosos y brutales, partiendo de las bases que los yanquis tienen en Vietnam del Sur. Laos, país dividido, ha sido objeto también de agresiones imperialistas de todo tipo, su pueblo masacrado desde el aire, las convenciones que se firmaran en Ginebra han sido violadas y parte del territorio está en constante peligro de ser atacado a mansalva por las fuerzas imperialistas. La República Democrática de Vietnam, que sabe de todas estas historias de agresiones como pocos pueblos de la tierra, ha visto una vez más violadas sus fronteras, ha visto cómo aviones de bombardeo y cazas enemigos disparaban contra sus instalaciones; cómo los barcos de guerra norteamericanos, violando aguas territoriales, atacaban sus puestos navales. En estos instantes, sobre la Republica Democrática de Vietnam pesa la amenaza de que los guerreristas norteamericanos extiendan abiertamente sobre su territorio y su pueblo la guerra que, desde hace varios años, están llevando a cabo contra el pueblo de Vietnam del Sur. La Unión Soviética y la Republica Popular China han hecho advertencias serias a los Estados Unidos. Estamos frente a un caso en el cual la paz del mundo está en peligro; pero, además, la vida de millones de seres de toda esta zona del Asia está constantemente amenazada, dependiendo de los caprichos del invasor norteamericano.
La coexistencia pacífica también se ha puesto a prueba en una forma brutal en Chipre debido a presiones del Gobierno turco y de la OTAN, obligando a una heroica y enérgica defensa de su soberanía hecha por el pueblo de Chipre y su Gobierno.
En todos estos lugares del mundo, el imperialismo trata de imponer su versión de lo que debe ser la coexistencia; son los pueblos oprimidos, en alianza con el campo socialista, los que le deben enseñar cuál es la verdadera, y es obligación de las Naciones Unidas apoyarlos.
También hay que esclarecer que no solamente en relaciones en las cuales están imputados estados soberanos, los conceptos sobre la coexistencia pacífica deben ser bien definidos. Como marxistas, hemos mantenido que la coexistencia pacífica entre naciones no engloba la coexistencia entre explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos. Es, además, un principio proclamado en el seno de esta organización, el derecho a la plena independencia contra todas las formas de opresión colonial. Por eso, expresamos nuestra solidaridad hacia los pueblos, hoy coloniales, de la Guinea llamada portuguesa, de Angola o Mozambique, masacrados por el delito de demandar su libertad y estamos dispuestos a ayudarlos en la medida de nuestras fuerzas, de acuerdo con la declaración de El Cairo.
Expresamos nuestra solidaridad al pueblo de Puerto Rico y su gran líder, Pedro Albizu Campos, el que, en un acto más de hipocresía, ha sido dejado en libertad, a la edad de 72 años, sin habla casi, paralítico, después de haber pasado en la cárcel toda una vida. Albizu Campos es un símbolo de la América Latina todavía irredenta, pero indómita. Años y años de prisiones, presiones casi insoportables en la cárcel, torturas mentales, la soledad, el aislamiento total de su pueblo y de su familia, la insolencia del conquistador y de sus lacayos en la tierra que le vio nacer; nada dobló su voluntad. La delegación de Cuba rinde, en nombre de su pueblo, homenaje de admiración y gratitud a un patriota que dignifica a nuestra América Latina.
Los norteamericanos han pretendido durante años convertir a Puerto Rico en un espejo de cultura híbrida; habla española con inflexiones en inglés, habla española con bisagras en el lomo para inclinarlo ante el soldado yanqui. Soldados portorriqueños han sido empleados como carne de cañón en guerras del imperio, como en Corea, y hasta para disparar contra sus propios hermanos, como en la masacre perpetrada por el ejército norteamericano, hace algunos meses, contra el pueblo inerme de Panamá — una de las más recientes fechorías del imperialismo yanqui.[15]
Sin embargo, a pesar de esa tremenda violentación de su voluntad y su destino histórico, el pueblo de Puerto Rico ha conservado su cultura, su carácter latino, sus sentimientos nacionales, que muestran por sí mismos la implacable vocación de independencia yaciente en las masas de la isla latinoamericana.
También debemos advertir que el principio de la coexistencia pacífica no entraña el derecho a burlar la voluntad de los pueblos, como ocurre en el caso de la Guayana llamada británica, en que el Gobierno del Primer Ministro Cheddy Jagan ha sido víctima de toda clase de presiones y maniobras y se ha ido dilatando el instante de otorgarle la independencia en la búsqueda de métodos que permitan burlar los deseos populares y asegurar la docilidad de un gobierno distinto al actual colocado allí por turbios manejos, para entonces otorgar una libertad castrada a este pedazo de tierra americana.
Cualesquiera que sean los caminos que la Guayana se vea obligada a seguir para obtenerla, hacia su pueblo va el apoyo moral y militante de Cuba.[16]
Debemos señalar, asimismo, que las islas de Guadalupe y Martinica están luchando por su autonomía desde hace tiempo, sin lograrla, y ese estado de cosas no debe seguir.
Una vez más elevamos nuestra voz para alertar al mundo sobre lo que esta ocurriendo en Sudáfrica; la brutal política del apartheid se aplica ante los ojos de las naciones del mundo. Los pueblos de África se ven obligados a soportar que en ese continente todavía se oficialice la superioridad de una raza sobre la otra, que se asesine impunemente en nombre de esa superioridad racial. ¿Las Naciones Unidas no harán nada para impedirlo?
Querría referirme específicamente al doloroso caso del Congo, único en la historia del mundo moderno, que muestra cómo se puede burlar con la más absoluta impunidad, con el cinismo más insolente, el derecho de los pueblos. Las ingentes riquezas que tiene el Congo y que las naciones imperialistas quieren mantener bajo su control son los motivos directos de todo esto. En la intervención que hubiera de hacer, a raíz de su primera visita a las Naciones Unidas, el compañero Fidel Castro advertía que todo el problema de la coexistencia entre las naciones se reducía al problema de la apropiación indebida de riquezas ajenas, y hacia la advocación siguiente: “cese la filosofía del despojo y cesará la filosofía de la guerra”; pero la filosofía del despojo no solo no ha cesado, sino que se mantiene más fuerte que nunca y, por eso, los mismos que utilizaron el nombre de las Naciones Unidas para perpetrar el asesinato de Lumumba, hoy, en nombre de la defensa de la raza blanca, asesinan a millares de congoleños.
¿Cómo es posible que olvidemos la forma en que fue traicionada la esperanza que Patricio Lumumba puso en las Naciones Unidas? ¿Cómo es posible que olvidemos los rejuegos y maniobras que sucedieron a la ocupación de ese país por las tropas de las Naciones Unidas, bajo cuyos auspicios actuaron impunemente los asesinos del gran patriota africano?
¿Cómo podremos olvidar, señores delegados, que quien desacató la autoridad de las Naciones Unidas en El Congo, y no precisamente por razones patrióticas, sino en virtud de pugnas entre imperialistas, fue Moisés Tshombe, que inició la secesión en Katanga con el apoyo belga?
¿Y cómo justificar, cómo explicar que, al final de toda la acción de las Naciones Unidas, Tshombe, desalojado de Katanga, regrese dueño y señor del Congo? ¿Quién podría negar el triste papel que los imperialistas obligaron a jugar a la Organización de Naciones Unidas?[17]
En resumen: se hicieron aparatosas movilizaciones para evitar la escisión de Katanga y hoy Tshombe está en el poder, las riquezas del Congo en manos imperialistas... ¡Y los gastos deben pagarlos las naciones dignas! ¡Qué buen negocio hacen los mercaderes de la guerra! Por eso el Gobierno de Cuba apoya la justa actitud de la Unión Soviética, al negarse a pagar los gastos del crimen.
Para colmo de escarnio, nos arrojan ahora al rostro estas últimas acciones que han llenado de indignación al mundo.
¿Quiénes son los autores? Paracaidistas belgas, transportados por aviones norteamericanos, que partieron de bases inglesas. Nos acordamos que ayer, casi, veíamos a un pequeño país de Europa, trabajador y civilizado, el reino de Bélgica, invadido por las hordas hitlerianas; amargaba nuestra conciencia el saber de ese pequeño pueblo masacrado por el imperialismo germano y lo veíamos con cariño. Pero esta otra cara de la moneda imperialista era la que muchos no percibíamos.
Quizás hijos de patriotas belgas que murieron por defender la libertad de su país, son los que asesinaran a mansalva a millares de congoleños en nombre de la raza blanca, así como ellos sufrieron la bota germana porque su contenido de sangre aria no era suficientemente elevado.
Vengar el crimen del Congo.
Nuestros ojos libres se abren hoy a nuevos horizontes y son capaces de ver lo que ayer nuestra condición de esclavos coloniales nos impedía observar; que la “civilización occidental” esconde bajo su vistosa fachada un cuadro de hienas y chacales.
Porque nada más que ese nombre merecen los que han ido a cumplir tan “humanitarias” tareas al Congo. Animal carnicero que se ceba en los pueblos inermes; eso es lo que hace el imperialismo con el hombre, eso es lo que distingue al “blanco” imperial.
Todos los hombres libres del mundo deben aprestarse a vengar el crimen del Congo.
Quizás muchos de aquellos soldados, convertidos en subhombres por la maquinaria imperialista, piensen de buena fe que están defendiendo los derechos de una raza superior; pero en esta Asamblea son mayoritarios los pueblos que tienen sus pieles tostadas por distintos soles, coloreadas por distintos pigmentos, y han llegado a comprender plenamente que la diferencia entre los hombres no está dada por el color de la piel, sino por las formas de propiedad de los medios de producción, por las relaciones de producción.
La delegación cubana hace llegar su saludo a los pueblos de Rhodesia del Sur y África Sudoccidental, oprimidos por minorías de colonos blancos. A Basutolandia, Bechuania y Swazilandia, a la Somalia francesa, al pueblo árabe de Palestina, a Adén y los protectorados, a Omán y a todos los pueblos en conflicto con el imperialismo o el colonialismo y les reitera su apoyo. Formula, además, voto por una justa solución al conflicto que la hermana República de Indonesia encara con Malasia.
Señor Presidente: uno de los temas fundamentales de esta Conferencia es el del desarme general y completo. Expresamos nuestro acuerdo con el desarme general y completo; propugnamos, además, la destrucción total de los artefactos termonucleares y apoyamos la celebración de una conferencia de todos los países del mundo para llevar a cabo estas aspiraciones de los pueblos. Nuestro Primer Ministro advertía, en su intervención ante esta Asamblea, que siempre las carreras armamentistas han llevado a la guerra. Hay nuevas potencias atómicas en el mundo; las posibilidades de una confrontación crecen.
Nosotros consideramos que es necesaria esa conferencia con el objetivo de lograr la destrucción total de las armas termonucleares y, como primera medida, la prohibición total de pruebas. Al mismo tiempo, debe establecerse claramente la obligación de todos los países de respetar las actuales fronteras de otros estados; de no ejercer acción agresiva alguna, aun cuando sea con armas convencionales. Al unirnos a la voz de todos los países del mundo que piden el desarme general y completo, la destrucción de todo el arsenal atómico, el cese absoluto de la fabricación de nuevos artefactos termonucleares y las pruebas atómicas de cualquier tipo, creemos necesario puntualizar que, además, debe también respetarse la integridad territorial de las naciones y debe detenerse el brazo armado del imperialismo, no menos peligroso porque solamente empuñe armas convencionales. Quienes asesinaron miles de indefensos ciudadanos del Congo, no se sirvieron del arma atómica; han sido armas convencionales, empuñadas por el imperialismo, las causantes de tanta muerte.
Aun cuando las medidas aquí preconizadas, de hacerse efectivas, harían inútil la mención, es conveniente recalcar que no podemos adherirnos a ningún pacto regional de desnuclearización mientras EE.UU. mantengan bases agresivas en nuestro propio territorio, en Puerto Rico, Panamá y otros estados americanos, donde se considera con derecho a emplazar, sin restricción alguna, tanto armas convencionales como nucleares. Descontando que las últimas resoluciones de la OEA, contra nuestro país, al que se podría agredir invocando el Tratado de Río[18], hace necesaria la posesión de todos los medios defensivos a nuestro alcance.
Creemos que si la conferencia de que hablábamos lograra todos esos objetivos, cosa difícil desgraciadamente, sería la más trascendental en la historia de la humanidad. Para asegurar esto sería preciso contar con la presencia de la República Popular China, y de ahí el hecho obligado de la realización de una reunión de ese tipo. Pero sería mucho más sencillo para los pueblos del mundo reconocer la verdad innegable de que existe la República Popular China, cuyos gobernantes son representantes únicos de su pueblo y darle el asiento a ella destinado, actualmente usurpado por la camarilla que con apoyo norteamericano mantiene en su poder la provincia de Taiwán.
El problema de la representación de China en las Naciones Unidas no puede considerarse en modo alguno como el caso de un nuevo ingreso en la Organización sino de restaurar los legítimos derechos de la República Popular China.
Debemos repudiar enérgicamente el complot de las “dos Chinas”. La camarilla chiangkaichekista de Taiwán no puede permanecer en la Organización de las Naciones Unidas. Se trata, repetimos, de expulsar al usurpador e instalar al legítimo representante del pueblo chino.
Advertimos además contra la insistencia del Gobierno de los Estados Unidos en presentar el problema de la legítima representación de China en la ONU como una “cuestión importante” al objeto de imponer el quórum extraordinario de votación de las dos terceras partes de los miembros presentes y votantes.
El ingreso de la República Popular China al seno de las Naciones Unidas es realmente una cuestión importante para el mundo en su totalidad, pero no para el mecanismo de las Naciones Unidas donde debe constituir una mera cuestión de procedimiento. De esta forma se haría justicia, pero casi tan importante como hacer justicia quedaría, además, demostrado de una vez que esta augusta Asamblea tiene ojos para ver, oídos para oír, lengua propia para hablar, criterio certero para elaborar decisiones.
La difusión de armas atómicas entre los países de la OTAN y, particularmente, la posesión de estos artefactos de destrucción en masa por la República Federal Alemana, alejaría aún más la posibilidad de un acuerdo sobre el desarme, y unido a estos acuerdos va el problema de la reunificación pacífica de Alemania. Mientras no se logre un entendimiento claro, debe reconocerse la existencia de dos Alemanias, la República Democrática Alemana y la República Federal. El problema alemán no puede arreglarse si no es con la participación directa en las negociaciones de la República Democrática Alemana, con plenos derechos.
Tocaremos solamente los temas sobre desarrollo económico y comercio internacional que tienen amplia representación en la agenda. En este mismo año del 64 se celebró la Conferencia de Ginebra donde se trataron multitud de puntos relacionados con estos aspectos de las relaciones internacionales. Las advertencias y predicciones de nuestra delegación se han visto confirmadas plenamente, para desgracia de los países económicamente dependientes.
Solo queremos dejar señalado que, en lo que a Cuba respecta, los Estados Unidos de América no han cumplido recomendaciones explícitas de esa Conferencia y, recientemente, el Gobierno norteamericano prohibió también la venta de medicinas a Cuba, quitándose definitivamente la máscara de humanitarismo con que pretendió ocultar el carácter agresivo que tiene el bloqueo contra el pueblo de Cuba.
Por otra parte, expresamos una vez más que las lacras coloniales que detienen el desarrollo de los pueblos no se expresan solamente en relaciones de índole política: el llamado deterioro de los términos de intercambio no es otra cosa que el resultado del intercambio desigual entre países productores de materia prima y países industriales que dominan los mercados e imponen la aparente justicia de intercambio igual de valores.
Mientras los pueblos económicamente dependientes no se liberen de los mercados capitalistas y, en firme bloque con los países socialistas, impongan nuestras relaciones entre explotadores y explotados, no habrá desarrollo económico sólido, y se retrocederá, en ciertas ocasiones volviendo a caer los países débiles bajo el dominio político de los imperialistas y colonialistas.
Por último, señores delegados, hay que establecer claramente que se están realizando en el área del Caribe maniobras y preparativos para agredir a Cuba. En las costas de Nicaragua, sobre todo, en Costa Rica también, en la zona del Canal de Panamá, en las islas Vieques de Puerto Rico, en la Florida; probablemente, en otros puntos del territorio de los Estados Unidos y, quizás, también en Honduras, se están entrenando mercenarios cubanos y de otras nacionalidades con algún fin que no debe ser el más pacífico.
Después de un sonado escándalo, el Gobierno de Costa Rica, se afirma, ha ordenado la liquidación de todos los campos de adiestramiento de cubanos exilados en ese país. Nadie sabe si esa actitud es sincera o si constituye una simple coartada, debido a que los mercenarios entrenados allí estén a punto de cometer alguna fechoría. Esperemos que se tome clara conciencia de la existencia real de bases de agresión, lo que hemos denunciado desde hace tiempo, y se medite sobre la responsabilidad internacional que tiene el Gobierno de un país que autoriza y facilita el entrenamiento de mercenarios para atacar a Cuba.
Es de hacer notar que las noticias sobre el entrenamiento de mercenarios en distintos puntos del Caribe y la participación que tiene en tales actos el Gobierno norteamericano se dan con toda naturalidad en los periódicos de los Estados Unidos. No sabemos de ninguna voz latinoamericana que haya protestado oficialmente por ello. Esto nos muestra el cinismo con que manejan los Estados Unidos a sus peones. Los sutiles cancilleres de la OEA que tuvieron ojos para ver escudos cubanos y encontrar “pruebas irrefutables” en las armas yanquis exhibidas por Venezuela, no ven los preparativos de agresión que se muestran en los Estados Unidos, como no oyeron la voz del presidente Kennedy que se declaraba explícitamente agresor de Cuba en Playa Girón [Invasión de Bahía de Cochinos en abril de 1961].
En algunos casos es una ceguera provocada por el odio de las clases dominantes de países latinoamericanos sobre nuestra Revolución; en otros, más tristes aún, es producto de los deslumbrantes resplandores de Mammon.
Como es de todos conocido, después de la tremenda conmoción llamada Crisis del Caribe, los Estados Unidos contrajeron con la Unión Soviética determinados compromisos que culminaron en la retirada de cierto tipo de armas que las continuas agresiones de aquel país —como el ataque mercenario de Playa Girón y las amenazas de invadir nuestra patria— nos obligaron a emplazar en Cuba en acto de legítima e irrenunciable defensa.
Pretendieron los norteamericanos, además, que las Naciones Unidas inspeccionarán nuestro territorio, a lo que nos negamos enfáticamente, ya que Cuba no reconoce el derecho de los Estados Unidos, ni de nadie en el mundo, a determinar el tipo de armas que pueda tener dentro de sus fronteras.
En este sentido, solo acataríamos acuerdos multilaterales, con iguales obligaciones para todas las partes.
Como ha dicho Fidel Castro:
Mientras el concepto de soberanía exista como prerrogativa de las naciones y de los pueblos independientes; como derecho de todos los pueblos, nosotros no aceptamos la exclusión de nuestro pueblo de ese derecho. Mientras el mundo se rija por esos principios, mientras el mundo se rija por esos conceptos que tengan validez universal, porque son universalmente aceptados y consagrados por los pueblos, nosotros no aceptaremos que se nos prive de ninguno de esos derechos, nosotros no renunciaremos a ninguno de esos derechos.
El señor secretario general de las Naciones Unidas, U Thant, entendió nuestras razones. Sin embargo, los Estados Unidos pretendieron establecer una nueva prerrogativa arbitraria e ilegal, la de violar el espacio aéreo de cualquier país pequeño. Así han estado surcando el aire de nuestra patria aviones U-2 y otros tipos de aparatos espías que, con toda impunidad, navegan en nuestro espacio aéreo. Hemos hecho todas las advertencias necesarias para que cesen las violaciones aéreas, así como las provocaciones que los marinos yanquis hacen contra nuestras postas de vigilancia en la zona de Guantánamo, los vuelos rasantes de aviones sobre buques nuestros o de otras nacionalidades en aguas internacionales, los ataques piratas a barcos de distintas banderas y las infiltraciones de espías, saboteadores y armas en nuestra Isla.
Nosotros queremos construir el socialismo; nos hemos declarado partidarios de los que luchan por la paz, nos hemos declarado dentro del grupo de Países No Alineados, a pesar de ser marxistas-leninistas, porque los No Alineados, como nosotros, luchan contra el imperialismo. Queremos paz, queremos construir una vida mejor para nuestro pueblo, y por eso, eludimos al máximo caer en las provocaciones maquinadas por los yanquis, pero conocemos la mentalidad de sus gobernantes; quieren hacernos pagar muy caro el precio de esa paz. Nosotros contestamos que ese precio no puede llegar más allá de las fronteras de la dignidad.
Y Cuba reafirma, una vez más, el derecho a tener en su territorio las armas que le conviniere y su negativa a reconocer el derecho de ninguna potencia de la tierra, por potente que sea, a violar nuestro suelo, aguas jurisdiccionales o espacio aéreo.
Si en alguna asamblea Cuba adquiere obligaciones de carácter colectivo, las cumplirá fielmente; mientras esto no suceda, mantiene plenamente todos sus derechos, igual que cualquier otra nación.
Ante las exigencias del imperialismo, nuestro Primer Ministro planteó los cinco puntos necesarios para que existiera una sólida paz en el Caribe. Estos son:
Primero: Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comerciales y económicas que ejercen los Estados Unidos en todas partes del mundo contra nuestro país.
Segundo: Cese de todas las actividades subversivas, lanzamiento y desembarco de armas y explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, filtración de espías y saboteadores, acciones todas que se llevan a cabo desde el territorio de los Estados Unidos y de algunos países cómplices.
Tercero: Cese de los ataques piratas que se llevan a cabo desde bases existentes en los Estados Unidos y en Puerto Rico.
Cuarto: Cese de todas las violaciones de nuestro espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra norteamericanos.
Quinto: Retirada de la base naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por los Estados Unidos.
No se ha cumplido ninguna de estas exigencias elementales, y desde la base naval de Guantánamo, continúa el hostigamiento de nuestras fuerzas. Dicha base se ha convertido en guarida de malhechores y catapulta de introducción de éstos en nuestro territorio.
Cansaríamos a esta Asamblea si hiciéramos un relato medianamente detallado de la multitud de provocaciones de todo tipo. Baste decir que el número de ellas, incluidos los primeros días de este mes de diciembre, alcanza la cifra de 1,323, solamente en 1964.
La lista abarca provocaciones menores, como violación de la línea divisoria, lanzamiento de objetos desde el territorio controlado por los norte-americanos, realización de actos de exhibicionismo sexual por norteamericanos de ambos sexos, ofensas de palabra; hay otros de carácter más grave como disparos de armas de pequeño calibre, manipulación de armas apuntando a nuestro territorio y ofensas a nuestra enseña nacional; provocaciones gravísimas son: el cruce de la línea divisoria provocando incendios en instalaciones del lado cubano y disparos con fusiles, hecho repetido 78 veces durante el año, con el saldo doloroso de la muerte del soldado Ramón López Peña, de resultas de dos disparos efectuados por las postas norteamericanas situadas a 3.5 kilómetros de la costa por el límite noroeste. Esta gravísima provocación fue hecha a las 19.07 del día 19 de julio de 1964, y el Primer Ministro de nuestro Gobierno manifestó públicamente, el 26 de julio, que de repetirse el hecho se daría orden a nuestras tropas de repeler la agresión. Simultáneamente se ordenó el retiro de las líneas de avanzada de las fuerzas cubanas hacia posiciones más alejadas de la línea divisoria y la construcción de casamatas adecuadas.
1,323 provocaciones en 340 días significan aproximadamente 4 diarias. Solo un ejército perfectamente disciplinado y con la moral del nuestro, puede resistir tal cúmulo de actos hostiles sin perder la ecuanimidad.
Cuarenta y siete países reunidos en la Segunda Conferencia de Jefes de Estados o de Gobierno de Países No Alineados, en El Cairo, acordaron, por unanimidad:
La Conferencia, advirtiendo con preocupación que las bases militares extranjeras constituyen, en la práctica un medio para ejercer presión sobre las naciones, y entorpecen su emancipación y su desarrollo, según sus concepciones ideológicas, políticas, económicas y culturales, declara que apoya sin reservas a los países que tratan de lograr la supresión de las bases extranjeras establecidas en su territorio y pide a todos los estados la inmediata evacuación de las tropas y bases que tienen en otros países.
La Conferencia considera que el mantenimiento por los Estados Unidos de América de una base militar en Guantánamo (Cuba), contra la voluntad del Gobierno y el pueblo de Cuba, y contra las disposiciones de la Declaración de la Conferencia de Belgrado, constituye una violación de la soberanía y la integridad territorial de Cuba.
La Conferencia, considerando que el Gobierno de Cuba se declara dispuesto a resolver su litigio con el Gobierno de los Estados Unidos de América acerca de la base de Guantánamo en condiciones de igualdad, pide encarecidamente al Gobierno de los Estados Unidos que entable negociaciones con el Gobierno de Cuba para evacuar esa base.
El Gobierno de los Estados Unidos no ha respondido a esa instancia de la Conferencia de El Cairo y pretende mantener indefinidamente ocupado por la fuerza un pedazo de nuestro territorio, desde el cual lleva a cabo agresiones como las detalladas anteriormente.
La Organización de Estados Americanos, también llamada por los pueblos Ministerio de Colonias norteamericano nos condenó “enérgicamente”, aun cuando ya antes nos había excluido de su seno, ordenando a los países miembros que rompieran relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba. La OEA autorizó la agresión a nuestro país, en cualquier momento, con cualquier pretexto, violando las más elementales leyes internacionales e ignorando por completo a la Organización de Naciones Unidas.
A aquella medida se opusieron con sus votos los países de Uruguay, Bolivia, Chile y México; y se opuso a cumplir la sanción, una vez aprobada, el Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos; desde entonces no tenemos relaciones con países latinoamericanos salvo con aquel Estado, cumpliéndose así una de las etapas previas a la agresión directa del imperialismo.
Queremos aclarar, una vez más, que nuestra preocupación por Latinoamérica está basada en los lazos que nos unen: la lengua que hablamos, la cultura que sustentamos, el amo común que tuvimos. Que no nos anima ninguna otra causa para desear la liberación de Latinoamérica del yugo colonial norteamericano. Si algunos de los países latinoamericanos aquí presentes decidieran restablecer relaciones con Cuba, estaríamos dispuestos a hacerlo sobre bases de igualdad y no con el criterio de que es una dádiva a nuestro Gobierno el reconocimiento como país libre del mundo, porque ese reconocimiento lo obtuvimos con nuestra sangre en los días de la lucha de liberación, lo adquirimos con sangre en la defensa de nuestras playas frente a la invasión yanqui.
Aun cuando nosotros rechazamos que se nos pretenda atribuir injerencias en los asuntos internos de otros países, no podemos negar nuestra simpatía hacia los pueblos que luchan por su liberación y debemos cumplir con la obligación de nuestro Gobierno y nuestro pueblo de expresar contundentemente al mundo que apoyamos moralmente y nos solidarizamos con los pueblos que luchan en cualquier parte del mundo para hacer realidad los derechos de soberanía plena proclamados en la Carta de las Naciones Unidas.
Los Estados Unidos sí intervienen; lo han hecho históricamente en América Latina. Cuba conoce desde fines del siglo pasado esta verdad, pero la conocen también Colombia, Venezuela, Nicaragua y la América Central en general, México, Haití, Santo Domingo.
En años recientes, además de nuestro pueblo, conocen de la agresión directa Panamá, donde los marines del Canal tiraron a mansalva sobre el pueblo inerme; Santo Domingo, cuyas costas fueron violadas por la flota yanqui para evitar el estallido de la justa ira popular, luego del asesinato de Trujillo; y Colombia, cuya capital fue tomada por asalto a raíz de la rebelión provocada por el asesinato de Gaitán.[19]
Se producen intervenciones solapadas por intermedio de las misiones militares que participan en la represión interna, organizando las fuerzas destinadas a ese fin en buen número de países, y también en todos los golpes de estado, llamados “gorilazos”, que tantas veces se repitieron en el continente americano durante los últimos tiempos.
Concretamente intervienen fuerzas de los Estados Unidos en la represión de los pueblos de Venezuela, Colombia y Guatemala que luchan con las armas por su libertad. En el primero de los países nombrados, no sólo asesoran al ejército y a la policía, sino que también dirigen los genocidios, efectuados desde el aire contra la población campesina de amplias regiones insurgentes y, las compañías yanquis instaladas allí, hacen presiones de todo tipo para aumentar la injerencia directa.
Los imperialistas se preparan a reprimir a los pueblos americanos y están formando la internacional del crimen. Los Estados Unidos intervienen en América Latina invocando la defensa de las instituciones libres. Llegará el día en que esta Asamblea adquiera aún más madurez y le demande al Gobierno norteamericano garantías para la vida de la población negra y latinoamericana que vive en este país, norteamericanos de origen o adopción, la mayoría de ellos. ¿Cómo puede constituirse en gendarme de la libertad quien asesina a sus propios hijos y los discrimina diariamente por el color de la piel, quien deja en libertad a los asesinos de los negros, los protege además, y castiga a la población negra por exigir respeto a sus legítimos derechos de hombres libres?
Comprendemos que hoy la Asamblea no está en condiciones de demandar explicaciones sobre estos hechos, pero debe quedar claramente sentado que el Gobierno de los Estados Unidos no es gendarme de la libertad, sino perpetuador de la explotación y la opresión contra los pueblos del mundo y contra buena parte de su propio pueblo.
Al lenguaje anfibológico con que algunos delegados han dibujado el caso de Cuba y la OEA nosotros contestamos con palabras contundentes y proclamamos que los pueblos de América Latina cobrarán a los gobiernos entreguistas su traición.
Cuba, señores delegados, libre y soberana, sin cadenas que la aten a nadie, sin inversiones extranjeras en su territorio, sin procónsules que orienten su política, puede hablar con la frente alta en esta Asamblea y demostrar la justeza de la frase con que la bautizaran: “Territorio libre de América”.
Nuestro ejemplo fructificará en el Continente como lo hace ya, en cierta medida, en Guatemala, Colombia y Venezuela.
No hay enemigo pequeño ni fuerza desdeñable, porque ya no hay pueblos aislados. Como establece la Segunda Declaración de La Habana:
Ningún pueblo de América Latina es débil, porque forma parte de una familia de doscientos millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todas un mismo mejor destino y cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres honrados del mundo.
Esta epopeya que tenemos delante la van a escribir las masas hambrientas de indios, de campesinos sin tierra, de obreros explotados; la van a escribir las masas progresistas, los intelectuales honestos y brillantes que tanto abundan en nuestras sufridas tierras de América Latina. Lucha de masas y de ideas, epopeya que llevarán adelante nuestros pueblos maltratados y despreciados por el imperialismo, nuestros pueblos desconocidos hasta hoy, que ya empiezan a quitarle el sueño. Nos consideraban rebaño impotente y sumiso y ya se empiezan a asustar de ese rebaño, rebaño gigante de doscientos millones de latinoamericanos en los que advierte ya sus sepultureros el capital monopolista yanqui.
La hora de su reivindicación, la hora que ella misma se ha elegido, la vienen señalando con precisión también de un extremo a otro del Continente. Ahora esta masa anónima, esta América de color, sombría, taciturna, que canta en todo el Continente con una misma tristeza y desengaño, ahora esta masa es la que empieza a entrar definitivamente en su propia historia, la empieza a escribir con su sangre, la empieza a sufrir y a morir, porque ahora por los campos y las montañas de América, por las faldas de sus sierras, por sus llanuras y sus selvas, entre la soledad o el tráfico de las ciudades, en las costas de los grandes océanos y ríos se empieza a estremecer este mundo lleno de corazones con los puños calientes de deseos de morir por lo suyo, de conquistar sus derechos casi quinientos años burlados por unos y por otros. Ahora, sí, la historia tendrá que contar con los pobres de América, con los explotados y vilipendiados, que han decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia. Ya se les ve por los caminos un día y otro a pie, en marchas sin término de cientos de kilómetros, para llegar hasta los “olimpos” gobernantes a recabar sus derechos. Ya se les ve, armados de piedras, de palos, de machetes, en un lado y otro, cada día, ocupando las tierras, afincando sus garfios en las tierras que les pertenecen y defendiéndolas con sus vidas, se les ve llevando sus cartelones, sus banderas, sus consignas, haciéndolas correr en el viento por entre las montañas o a lo largo de los llanos. Y esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado, que se empieza a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa ola ya no parará más. Esa ola irá creciendo cada día que pase. Porque esa ola la forman los más, los mayoritarios en todos los aspectos, los que acumulan con trabajo las riquezas, crean los valores, hacen andar las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo sueño embrutecedor a que los sometieron.
Porque esta gran humanidad ha dicho “¡Basta!” y ha echado a andar. Y su marcha de gigante, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente. Ahora, en todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera e irrenunciable independencia.
Todo esto, señores delegados, esta disposición nueva de un continente, de América Latina, está plasmada y resumida en el grito que día a día, nuestras masas proclaman como expresión irrefutable de su decisión de lucha, paralizando la mano armada del invasor. Proclama que cuenta con la comprensión y el apoyo de todos los pueblos del mundo y especialmente, del campo socialista, encabezado por la Unión Soviética.
Esa proclama es: ¡Patria o Muerte!

Ricardo Flores Magón

TODOS LOS MEXICANOS CORREN EL PELIGRO DE SER DE LA NOCHE A LA MAÑANA ESBIRROS DE MADERO

El lunes 15 de este mes, quince mil hombres serán arrancados de sus hogares para ingresar al Ejército Federal. Esto significa que quince mil familias quedarán a merced de la miseria, del hambre y de sus probables consecuencias: la prostitución y el crimen.
El día primero de este año comenzó a estar en vigor la Ley del Servicio Militar Obligatorio, por la cual todo mexicano entre los 18 y 40 años de edad, está obligado a servir al Ejército para defender los intereses de la burguesía en contra de los huelguistas, en contra de los que sufren, en contra de los revolucionarios.
En virtud de esa ley, ningún mexicano perteneciente a la clase trabajadora puede estar seguro de su libertad, y, por lo tanto, de sostener a su familia. Cualquier día, al dirigirse a su trabajo, lo detendrá un polizonte que le dirá sencillamente: sígueme; saliste sorteado para el Ejército, y la compañera se quedará retorciéndose los brazos, viendo cómo se cierran las puertas del cuartel a las espaldas del padre de sus pequeñuelos. ¿Volverá a verlo? Nadie podría asegurarlo. Se le llevará a campaña contra los revolucionarios, o a fusilar a trabajadores como él que luchan por arrancar ventajas al Capital, o a suprimir motines de poblaciones que azotadas por el hambre han asaltado los graneros y las tiendas y las fábricas para no perecer, o a ametrallar a las dignas multitudes expropiadoras que no quieren soltar la tierra que con las armas en la mano arrancaron a los ricos. Es asi como hombres honrados, proletarios dignos, agarrados por la Autoridad, se convierten en los sostenedores de los gobiernos y en opresores y verdugos de sus hermanos de miseria, de explotación, de esclavitud.
El Ejército no tiene otra misión que garantizar a los ricos el tranquilo disfrute de sus rapiñas, con la circunstancia de que son trabajadores, individuos explotados por los ricos, los que tienen que sostener la explotaci6n de sus hermanos.
Menos malo seria que los sorteos recayesen en individuos de la burguesia, pues que al fin y al cabo tendrían las armas en la mano para defender sus propios intereses; pero no es así. El rico tiene mil facilidades para escapar al sorteo, y son siempre proletarios. hijos del pueblo, trabajadores los que tienen que ingresar al cuartel para defender intereses que están en pugna con los suyos, esto es, toman las armas para remachar sus cadenas, para prolongar la existencia de un sistema que la ciencia y la verdadera moral declaran ser inicuo, porque sólo sirve para tener al mayor número en la miseria y en el sufrimiento, para provecho de un reducido número de bribones.
Madero ofreció tierras para que los humildes lo elevaran a la Presidencia de la República. Pues, en lugar de tierras, en lugar de justicia, en lugar de libertad, los humildes tendrán encima la amenaza del servicio militar obligatorio, la miseria de sus familias, la prostitución de sus hijas, un porvenir de esclavitud y de vergüenza.
Pero no; el paso que ha dado Madero le conquistará enemigos todavía más numerosos y enérgicos. Al verse amenazados los hombres con el cuartel, preferirán luchar al lado de los revolucionarios, y los más emprenderán la marcha hacia los lugares en que operan fuerzas rebeldes. Ya que en las filas del gobierno estarán obligados a pelear, preferirán hacerla en las filas de los que están rebelados. Ese será el resultado, sin contar con que la salida de mexicanos del territorio de la República será más abundante que bajo la época de Porfirio Díaz.
Ahora, es necesario que reflexionen un poco todos aquellos que creen que puede haber un gobierno bueno. El gobierno es bueno; pero para los ricos, de los cuales es lacayo. El gobierno es necesario para defender los intereses de los capitalistas contra las posibles rebeldías del proletariado. No fiéis más, mexicanos, en promesas de nadie. ¡A expropiar!
Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 6 de enero de 1912).

"Crisis en México" el inicio de la tercera revolución